Shelly Sitton
Héctor Cabrera
Huyendo de su reino
De allá para acá todo es más sencillo. Cruzar la frontera
mexicana no representa ningún riesgo para ningún extranjero güero. Malka lo
sabía, no tenía que hacer mucho más que sonreírle al oficial. Sin embargo,
Malka estaba preocupada. Era ya la segunda vez que se fugaba, antes con Max y
ahora sin él, porque, en realidad, el amor nunca es suficiente para una chica
guapa.
Nunca había visitado México; nunca había pensado en la
existencia de México; nunca había pensado en huir a México. Malka tenía que
remontarse mucho para tratar de acordarse de sus clases de geografía, aquellas
que había abandonado cuatro años atrás para huir con un comandante en jefe
estadunidense. En aquellos tiempos, Malka no lo pensó dos veces y se marchó sin
avisar, enamorada y llena de energía. Ahora estaba sola, escapando de aquél
amor, intentando salvarse a sí misma de la monotonía. Aunque jamás lo habría
dejado entrever, a Malka la había sorprendido la reacción de Max al llegar a
América. Todas las promesas que le susurró al oído por el Pacífico, se habían
ahogado en el mar cuando tocaron tierra. Max veía a Malka como su trofeo
conquistado en guerra, nada más. Con el paso del tiempo, Malka quedó olvidada
en la sala del pequeño departamento de aquel fuerte militar. Congelada, como si
fuera de bronce y no de carne, esa era Malka hasta hoy. Cuando, sin cautela,
planeó su escapada, multiplicó lo que cobraba una prostituta por el número de
noches que ella pasó dentro de ese patético lugar y tomó el dinero del viejo
mueble donde Max escondía sus ahorros, dejándole una nota donde le explicaba
que se regresaba a Israel y que el dinero que se llevaba era por todo el amor que
se gastó en él.
Malka le sonrió al oficial, aquél le hizo la plática con
su pobre inglés, la invitó a comer y ella aceptó. Ambos terminaron en un motel
de paso, donde Malka comenzaba a construir su nueva aventura, porque, en
realidad, a una chica guapa sólo le gusta aventurarse.
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