lunes, 26 de septiembre de 2016


Paulina Lores Guerrero
Kaori Hayama Fukumoto
26/09/2016

Cuento


Sé que no estaba bien estarme metiendo en sus asuntos, pero aún así, sé que hice lo correcto, aunque hay veces que me retracto y siento una gran culpa. Tengo miedo de lo que pueda pasar después…
Todo empezó en una fría noche de otoño. Era un sábado común corriente, y yo me estaba preparando para la fiesta de esa noche en una gran casa no muy lejos de la mía; iba a ser la fiesta del año: cientos de personas, música, bebidas, etc. Y yo me sentía muy emocionada por ir.
Cuando llegué, ya había unas cuantas personas, tomando y bailando al son de la música. Conforme pasaban las horas, fue llegando más y más gente para celebrar y divertirse con todos los demás. Pero no era como yo lo esperaba, me estaba aburriendo como nunca y no sabía qué hacer, ya que aún faltaban varias horas para que pasaran por mí.
Poco tiempo después, decidí subir a la habitación del anfitrión para utilizar su baño. En medio de la oscuridad del cuarto, vi un pequeño objeto tirado en el suelo. Llevada por la curiosidad, me acerqué para poder ver claramente lo que era. Era un pequeño anillo plateado, que seguramente se había caído de la mesa. Pero lo que me sorprendió en realidad fue ver lo que había debajo del anillo. Era un cuaderno bastante viejo, con una portada con figuras extrañas: Era un diario.
Sé que está mal espiar en cosas ajenas, pero estaba muy aburrida, y tenía mucha curiosidad por saber lo que había adentro. Pasé la siguiente hora encerrada en el baño, leyendo el diario de principio a fin. Secretos, chismes, historias… Decenas de páginas que contenían cientos de cosas interesantes. Estuve realmente entretenida hasta que llegué a la última página. Decía:
“Ésta es la última entrada de mi diario. En realidad no espero que nadie lea esto, especialmente después de esta noche, pero en verdad necesito desahogarme.
He llegado a la conclusión de que a este mundo simplemente le sobra gente. Cientos de personas todos los días o están desperdiciando su tiempo, haciendo absolutamente nada útil. Además, ellos siempre se quejan de la sobrepoblación del planeta, pero nunca hacen nada para solucionarlo.
Yo encontré la solución. Mi forma de ayudar a esta sociedad se va a llevar a cabo esta noche, en la gran fiesta que organicé en mi casa. Cientos de personas que no tienen ni idea de lo que les va a suceder. Exactamente a las 12:30 de la noche, una bomba explotará en un escondite en mi casa y todo el lugar volará en pedacitos.
Sé que no es mucho, pero es la única forma que se me ocurre para ayudar a esta sociedad que está tan destruida…”.
Me quedé con la boca abierta. No sabía qué hacer ni decir. ¿Debería llamar a la policía? Miré el reloj – 12:15 – No había suficiente tiempo. Entré en pánico, y corrí a la planta baja para avisarles a todos.
Por supuesto, no me creyeron. Pensaron que estaba borracha o que estaba bromeando o algo. El tiempo se acababa… "¿Qué debería de hacer?" me pregunté. Me acerqué al anfitrión de la fiesta, alguien que según yo conocía perfectamente, y lo amenacé para que me dijera la verdad sobre todo lo que estaba sucediendo.
-Leíste mi diario- fue todo lo que me dijo después de mi interrogación.
-Yo…
-No importa ahora. En unos cuantos minutos, tú y yo ya no existiremos, y nadie sabrá qué fue lo que sucedió. Nunca podrá encontrar la bomba, y nadie en esta fiesta te va a creer. Amenazarme no te servirá de nada. Estamos muertos- me dijo con una sonrisa malvada en su rostro. No sabía qué hacer.
Lo solté y corrí buscando en cada esquina de la casa para ver si no había algún rastro de la bomba en algún lugar.
10 minutos…
9…
8…
7…
El tiempo se acababa y yo no sabía qué hacer. El exceso de gente en las habitaciones tampoco ayudaba.
6…
5…
Subí a la azotea, y busqué como loca por todo el lugar. Después de todo, era el único lugar que me quedaba. Debajo de una gran caja roja había algo cubierto con una manta.
Una bomba, tan parecida a las que aparecen en las películas de acción, que por un momento pensé que me estaban engañando completamente. Un pequeño reloj electrónico marcaba el tiempo que quedaba – 4:13. ¿Qué debería de hacer ahora?
4…
3…
El reloj marcaba las 12:27, quedaban sólo unos cuantos segundos, y yo seguía parada enfrente de una bomba sin saber qué hacer.
2…
Desesperada, empecé a oprimir todos los botones de la máquina, con la esperanza de que algo sucediera que pudiera evitar una tragedia.
1…
Y, de alguna forma, funcionó.
Salvé a cientos de personas oprimiendo botones al azar.

Mis amigos siguen creyendo que estoy loca, que me inventé toda esa historia. Pero yo sé que es verdad. Por más loco que suene, juro que fue verdad.

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